“William es un adolescente, para quien sus padres
quieren lo que ellos no han podido tener: una buena educación. Sin embargo, la
pobreza se convierte en un obstáculo casi insalvable. Cuando la hambruna golpea
Malaui la vida se va complicando para toda la población. Violencia, robos,
y hambre amenazan la vida. Sin embargo, William ha encontrado en los
libros y en su observación de la realidad que le rodea el indicio de algo que
puede salvar a su familia: el viento se puede convertir en electricidad”-Fragmento
de la película “El niño que domo el viento”-
Este breve apartado nos invita a pensar la educación en los
diferentes ámbitos sociales, por eso nos posicionamos en la temática Escuela y
desigualdad, profundizando los diferentes contextos y no necesariamente recorriendo
la historia, sino mas bien situándonos en la actualidad.
En este año 2020, la educación se revirtió a los efectos de
la pandemia mundial que estamos atravesando, pasó de un modelo educacional de
presencialdad a virtualidad. Ahora bien, pensemos en todos los casos de niños
que no contaban con internet ni los recursos necesarios para llevar adelante su
escolaridad, en todas las notas que nos conmovían en los noticieros, de niños
caminando kilómetros para poder tener acceso a internet de un celular
compartido entre varios miembros de la familia, e infinidad de grupos
escolares. Pensemos en los rurales, en los urbanos, pensemos en la diversidad
de niños del mundo que no pudieron acceder al nuevo modelo educacional. Y si…
Cuando pensamos en la diversidad, se asoma la desigualdad de oportunidades,
¿Por qué decimos esto? Porque claramente hay una inequidad del sistema
político- económico que no permite la escolarización de todos los niños y menos
aún la igualdad de oportunidades entre aquellos que sí logran escolarizarse.
El autor Axel Rivas en su libro Revivir la Aulas, refleja los
pequeños hábitos silenciosos y cotidianos, que se revelan cuando hacen
falta. Ahora bien, cuando existe la desigualdad de oportunidades y
la inmensidad de recursos que no se pueden adquirir en el sentido social,
aparece la escuela, para Juan Ferreyra (“El libro de los niños” editado en
1901 y Citado por Beatriz Sarlo (1998) La máquina cultural) en
ella se sientan las bases de los valores como la única capaz de transmitir y
moldear al individuo en el medio socio cultural que lo rodea. Relacionamos
a Rivas y Ferreyra en este punto diciendo que, ambos comparten el hecho que se
necesita de un libro para cambiar la educación, las aulas, para que la libertad
de pensamiento de cada alumno sea una revolución cultural que libere a los
niños y jóvenes. Que al leer, entiendan, piensen y sientan lo que es posible.
Miremos sino el fragmento del Rosita del Rio, en sus orígenes,
a pesar de la pobreza de su hogar donde no llegaban los diarios ni se leían
revistas, donde aquellos elementos de la cultura de origen de sus padres,
estaban asociados a la penuria y a la adaptación de sus orígenes locales,
Rosita encontró en la escuela un mundo de relativa abundancia simbólica,
mediante historias, mitos, leyendas, mapas, dibujos, pizarrones y papel (entre
otros). Recursos elementales y culturales que llevaron a una ideología
voluntarista de su trayectoria exitosa.
Miremos el caso de William, quien con un libro salvó a toda
su aldea de la hambruna.
Bernardo Kliksberg, en su libro ¿Cómo enfrentar la
pobreza y la desigualdad? , nos hace ver la realidad por la que atraviesan
millones de niños en el mundo entero. En su recorrido nos muestra
los diferentes rincones sociales que carecen de educación, detallando datos
estadísticos y contando historias de vida que nos dejan perplejos al leerlas,
desde esclavitud infantil hasta desnutrición, abuso, indigencia y la inmensidad
de dilemas a lo que son expuestos. Y decimos expuestos, por que somos los
adultos los encargados de velar por sus derechos.
Se nos estremece la piel con los relatos desgarradores de
algunos niños, con los videos que circulan en las redes sociales, con los
documentales como los de “Cámaras decoloniales” en el relato de Ángela y Maria,
dos jóvenes de la misma edad con diferente estatus social, donde podemos
observar y dar cuenta que no toda la cultura argentina es igual, por lo que
varían sus formas en cuanto a los capitales culturales que se adquieren de las
costumbres y generaciones. La pobreza es el camino de la indigencia, enfermedades,
adicciones, trabajo forzado, etc. Nos preguntamos más de una vez cómo hace un
niño con hambre para pensar que debe escolarizarse, cómo hace para centrar sus
ideas en la escuela, si cuando llega a su casa es maltratado, abusado,
esclavizado o en su defecto, la escasez simbólica que viven a
diario si nunca vio a sus padres leyendo, si los adultos de su
familia no le transmiten el amor por el saber ¿Cómo hace un niño con hambre
social para entender que el mejor camino es la educación?
Son relatos y experiencias desgarradoras que al pensarlas
nos llevan a una infinidad de preguntas y respuestas imposibles de depurar.
El Estado es el encargado de velar por el bienestar de todos
los seres humanos pero mientras allá desigualdad de oportunidades, déficit
económico, aumento de desocupados y más incremento de pobreza, va a seguir
existiendo la desigualdad por lo que estamos lejos de ser Finlandia.
La esperanza más grande que tenemos es la Escuela, relatos
como los de William y Rosita del Rio. Relatos de ejemplos de vida, donde la
escuela es la portadora y encargada de sentar las bases de las construcciones
sociales. Como dice Ethel Manganiello “Únicamente por la educación el hombre
llega a ser hombre.”
En síntesis, dedicamos este apartado a la centralidad de la
escuela, como la única maquina de educar, de formar. Su universalidad la hace
natural, por lo que creemos que en ella se sientan las bases educacionales de
cualquier sujeto. A lo que remitimos qué, en un país como el
nuestro, con desigualdades tan notorias, la escuela es un refugio y una
esperanza para "los públicos cautivos", de los que habla Prieto
Castillo, para los que optan por la recepción y
repetición negando a niños y niñas el ejercicio de su propio
discurso. Entonces, la necesidad social de un país termina refugiándose en
la escuela.
Para finalizar, decidimos publicar este ensayo. La Ministra
Soledad Acuña, días anteriores hablo sobre los docentes y el rol que vamos a
ejercer, sus palabras fueron muy criticadas por eso compartimos esta carta
escrita por Naty Gisela, para que una vez más pensemos en la educación como un
camino que direcciona la construcción social y sienta las bases culturales,
dejando atrás la desigualdad de cada individuo, para qué éste pueda construirse
en el plano educativo y de esa manera poder ser inserto en la sociedad.
CARTA DE UNA DOCENTE A LA MINISTRA SOLEDAD ACUÑA
(Por Naty Gisela)
Vengo de abajo, del mate cocido, de las tortas fritas, del
arroz con leche...
Vengo de una familia numerosa, de los exámenes acompañados
por una mamá que ceba mate, de los nervios antes de cada parcial, de la plata
que nunca alcanza, de laburar sin dormir para poder rendir...
Soy parte de los nadies, de los invisibles, de los que no
tienen oportunidad.
Pero, los de abajo, sabemos patear las calles. Caminamos el
barrio, pisamos barro. Y llegamos. Llegamos lejos. Llegamos gracias a la
Escuela Pública.
Hoy, los pibes y las pibas me dicen "Seño Naty",
no me dicen Natalia. Ellos saben que los entendemos, porque la pasamos, y
porque creemos que también van a poder.
Creo en ellos. Creo que, como yo, van a poder dejar de ser
invisibles, llegar y volar alto...
Soy hija de la Educación Pública y gracias a ella pude ser
alguien, aunque antes ya lo era para otros profes que también creyeron en mí.
Los chicos no me dicen profesora, me dicen "Naty"
porque eso los acerca, te acerca. Saben que los conocemos, que los entendemos
como muchos otros nunca podrán.
Nosotros, los que fuimos pobres, sabemos que se puede
llegar, sabemos que podemos. Tenemos CULTURA, MUCHA CULTURA y AMOR que es lo
que les falta a los que nunca pisaron una Escuela Pública.
Autoras: Ramirez Eliana-Farisano Gisela
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