Charla con
la Licenciada en Psicopedagogía Laura Lavandeira, sobre “Las Funciones ejecutivas en la Escuela”, en marco de encuentros de Tain:
La especialista
Lavandeira explico que nuestro cerebro humano tiene la función natural de
aprender. Y que la capacidad de controlar nuestras acciones depende de la integridad del
sistema de función ejecutivo, una red extensa distribuida fundamentalmente en
la corteza prefrontal. Esta región que nos hace realmente humanos está situada
en la parte anterior del lóbulo frontal, es el área mejor conectada del cerebro y se desarrolla de
forma mucho más lenta que otras regiones cerebrales. Aunque es la región más
moderna del cerebro, también es la más vulnerable. El estrés, la tristeza, la
soledad o una mala condición física pueden perjudicar el buen funcionamiento de
la corteza prefrontal. De hecho, en una situación de estrés se pueden
manifestar síntomas como dificultad para pensar con claridad o ejercitar el
adecuado auto control.
La gran mayoría de los
estudios publicados mencionan tres componentes básicos de las funciones
ejecutivas que están directamente relacionados entre ellos y que permiten
desarrollar otras funciones complejas como el razonamiento, la resolución de
problemas o la planificación: el control
inhibitorio, la memoria de trabajo y la
flexibilidad cognitiva. Este conjunto de habilidades directamente
vinculadas al proceso madurativo de la corteza prefrontal son muy importantes
para la vida cotidiana y resultan imprescindibles para el éxito académico y el
bienestar personal del alumno.
La psicopedagoga
recalco que, se pueden entrenar y mejorar a cualquier edad a través de
procedimientos diferentes con la práctica adecuada, por lo que enseñar al niño
a desarrollar estas funciones ejecutivas debería ser una prioridad educativa.
Hablo del control inhibitorio, siendo la capacidad que nos permite inhibir o controlar de
forma deliberada conductas, respuestas o pensamientos automáticos cuando la
situación lo requiere. Así pues, a los niños a los que les cuesta inhibir los
impulsos responden sin reflexionar, buscan recompensas inmediatas o tienen
dificultades para proponerse objetivos a largo plazo, por ejemplo.
En la práctica, será más fácil para el alumno
comprometerse en una tarea o finalizarla si entiende las opciones que tiene
antes de decidirse a actuar, reconoce cómo le afecta esa acción o puede
visualizar la opción correcta para esa tarea.
Un buen control inhibitorio del niño aparece cuando es
capaz de mantener la atención en la tarea que está realizando sin distraerse (atención ejecutiva), tal como ocurre cuando participa en una
canción grupal, interviene en una obra de teatro, realiza una construcción de
bloques o intenta andar sin que se le caiga el huevo que sostiene con una
cuchara en la boca. Ejemplos claros de la importancia del juego, de las artes y
del movimiento a través de actividades tradicionales que facilitan el
desarrollo de las funciones ejecutivas del niño.
Y en cuanto al componente conductual de la inhibición (autocontrol), qué importante es que el niño disponga del
tiempo necesario para reflexionar.
Sobre la memoria de trabajo, dijo que es una memoria a corto
plazo que nos permite mantener y manipular información que es necesaria para
realizar tareas cognitivas complejas como razonar o aprender. Cuando el niño
manifiesta déficits en su memoria de trabajo tiene dificultad para pensar en varias
cosas a la vez u olvida el significado de lo que va escribiendo, por ejemplo.
Por ello, resulta útil para estos niños subrayar, apuntar todo lo necesario,
desarrollar ciertos automatismos al leer o escribir o clarificar los objetivos
de aprendizaje. Dio como ejemplo cuando realiza su trabajo la narración de
historias. Esto constituye una estupenda forma de ejercitar la memoria de
trabajo del niño porque focaliza la atención durante periodos de tiempo
prolongados y necesita recordar todo lo que va sucediendo, como la identidad de
los distintos personajes o detalles concretos de la historia, e integrar la
nueva información en lo ya sucedido. Y como una muestra más de la naturaleza
social del ser humano, se ha comprobado que cuando se le narra una historia al
niño mejora más su vocabulario y el recuerdo de detalles de la misma que cuando
la lee simplemente, siendo muy importante la interacción entre el adulto que
cuenta la historia y el niño. Como así también, cuando el niño cuenta una
historia al compañero que previamente ha escuchado, intenta memorizar la letra
de una canción en la que interviene o participa en un juego que consiste en
realizar movimientos concretos asociados a imágenes aparecidas, también
ejercita su memoria de trabajo.
Luego expuso
sobre la flexibilidad cognitiva siendo esta la capacidad para cambiar de forma flexible
entre distintas tareas, operaciones mentales u objetivos. Conlleva el manejo de
estrategias fluidas que nos permiten adaptarnos a situaciones inesperadas
pensando sin rigidez y liberándonos de automatismos poco eficientes. Como, por
ejemplo, cuando el niño participa en una actividad en la que en unas
situaciones ha de hablar y, en otras, ha de escuchar. O cuando tiene que elegir
entre diferentes estrategias para resolver un problema y existe la necesidad de
ser creativo. Es por ello que el desarrollo de la flexibilidad cognitiva se
puede facilitar si utilizamos analogías y metáforas, planteamos problemas
abiertos, permitimos diferentes opciones para la toma de decisiones o asumimos
con naturalidad el error en el proceso de aprendizaje. Tareas como jugar fútbol o caminar por un entorno natural
conllevan un uso adecuado de la flexibilidad mental, porque se han de ir
ajustando las decisiones a las circunstancias que se van dando.
Conto que en la
práctica, estas funciones básicas pueden intervenir relacionadas. Así, por
ejemplo, mediante el juego simbólico, una estupenda forma de fomentar el
pensamiento creativo o la conciencia emocional, los niños deben mantener su rol
y recordar el de los compañeros (memoria de trabajo), actuar según el personaje
elegido (control inhibitorio) o ajustarse a los cambios de roles (flexibilidad
cognitiva).
Y qué importante es no subestimar la capacidad
de los niños y fomentar su autonomía, lo cual es posible si los adultos somos
capaces también de controlar nuestros impulsos y no intervenir de forma
prematura.
En la práctica, existen diferentes formas de entrenar directamente las
funciones ejecutivas. Las tareas que provocan la mayor mejora de las funciones
ejecutivas son aquellas que las trabajan de forma indirecta, incidiendo en
aquello que las perjudica, como el estrés, la tristeza, la soledad o una mala
salud, provocando mayor felicidad, vitalidad física y un sentido de pertenencia
al grupo.
Si para un buen funcionamiento ejecutivo lo más
importante es fomentar el bienestar emocional, social o físico, el aprendizaje
del niño tiene que estar vinculado al juego, el movimiento, las artes o la
cooperación. O si se quiere, nada mejor para facilitar un aprendizaje eficiente
y real que promover la educación física, el juego, la educación artística y la
educación socio emocional. Todo ello en consonancia con el proceso natural de
maduración del cerebro humano porque en cualquier cultura los niños aprenden a
descubrir el mundo que les envuelve bailando, cantando, dibujando, jugando, compartiendo,
resolviendo reto. Todas las tareas que colman las necesidades sociales que
tenemos los seres humanos.
La licenciada aclaro que el entrenamiento puramente
cognitivo no es la mejor forma de mejorar la cognición. El éxito académico y
personal requiere atender las necesidades sociales, emocionales y físicas de
los niños y que una nueva educación es posible. Nuestro cerebro plástico y
social agradecerá el nuevo cambio de paradigma.
Lavandeira finalizo
la charla con una frase, que personalmente, nunca voy a olvidar, “El afecto es
el pegamento que sostiene el aprendizaje en el aula”.
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