viernes, 20 de noviembre de 2020

Desigualdad, nuevas modalidades y distintas realidades

La pandemia del coronavirus ha desatado muchos problemas y ha puesto en evidencia muchos preexistentes, uno de ellos: la desigualdad. En materia educativa, estos problemas anteriores han quedado evidenciados de la manera más fuerte.
No se trata sólo de pensar los cambios y continuidades en términos del par igualdad-desigualdad a partir de ejes clásicos o persistentes como el género, la clase o el poder sino más bien intentar comprender la complejidad que adquiere la desigualdad en las sociedades actuales. No es novedad que la cuarentena implica una desorganización del tiempo tal como lo conocíamos. El sistema educativo durante el COVID-19 desordena aún más sus funciones, una de sus tareas centrales se relaciona con la regulación del tiempo. El uso específico de un tiempo y espacio escolar es una de las piezas que no sólo diferencia los espacios de trabajo y de juego, sino que define ciertos momentos, días y épocas como más aptos para la enseñanza. 
A partir de esta nueva modalidad de educación a distancia a través de aplicaciones de videoconferencia y plataformas educativas se constituyen modalidades cada vez más utilizadas. Se trata de un recurso accesible para una minoría de estudiantes, no todos cuentan con los recursos materiales como una computadora y servicio de conexión a internet. La mayoría de los estudiantes son de clase social media/baja, no tienen recursos, quizás son chicos con muchas necesidades que debido a su condición social no pueden satisfacer, familias numerosas, la mayoría niños, donde hay un solo celular en la casa, no tienen acceso a internet ni la ayuda de un familiar que los acompañe en sus aprendizajes. La desigualdad educativa no solo pasa por la tecnología, hay dos realidades distintas, por un lado, hay familias que no pueden acompañar a los chicos, ayudarlos a hacer las tareas, porque no solo carecen de formación, sino también de espacio en sus viviendas para poder dedicarse al estudio. Y, por otro lado, tenemos a las familias donde hay más de una computadora o celular en sus casas, familiares que acompañan, comodidades para estudiar, padres que pueden dedicar tiempo a enseñar o ayudar a sus hijos con las tareas, etc. A partir de esto se puede hacer referencia a lo que dice Bourdieu sobre el capital económico, social, cultural y simbólico...  se trata de una acumulación propia de una clase, que, heredada o adquirida mediante la socialización, tiene mayor peso en el mercado simbólico cultural, entre más alta es la clase social de su portador. El capital económico habla de tener cierto control sobre recursos económicos. Este tipo de capital es convertible en dinero, y es una fuente esencial del poder político y la hegemonía. 
El capital social habla de los recursos por lo regular intangibles basados en pertenencia a grupos, relaciones, redes de influencia y colaboración. Bourdieu describe el capital social como "un capital de obligaciones y relaciones sociales”. 
capital cultural son las formas de conocimiento, educación, habilidades, y ventajas que tiene una persona y que le dan un estatus más alto dentro de la sociedad. En principio, son los padres quienes proveen al niño de cierto capital cultural, transmitiéndole actitudes y conocimiento necesarios para desarrollarse en el sistema educativo actual. Es lo que diferencia a una sociedad de otras. se adquiere y se refleja en el seno familiar y se refuerza en las escuelas y situaciones de vida diaria. 
Bourdieu también habla del capital simbólico, que consiste en una serie de propiedades intangibles inherentes al sujeto que únicamente pueden existir en medida que sean reconocidas por los demás. Es el prestigio acumulado o poder adquirido por medio del reconocimiento de los agentes del campo. 
Hoy vemos la desigualdad a través de la conectividad, pero también tenemos la desigualdad que nos viene golpeando hace años, que es la cultural y económica, como dice Kliksberg el 95% de los niños empieza hoy la primaria, pero el 14% no la termina. Ellos pertenecen casi al 20% de la población más vulnerable. en algunos de los países con menor presupuesto educativo, el problema es aún mucho más agudo. Como bien sabemos sin la primaria, ni el secundario completo no hay futuro laboral alguno para las personas. Tanto el sector público como las empresas privadas piden actualmente diploma de secundaria incluso para trabajos manuales, los que no terminan la secundaria no tienen “empleabilidad”. Damos como ejemplo a la ciudad de México, sólo el 40% de los jóvenes termina la secundaria. En el 20% más rico de la población finalizan la secundaria el 86% de las mujeres y el 81% de los hombres. 
Hay una transmisión intergeneracional de estas cifras. Entre los jóvenes cuyos padres no terminaron la primaria, finalizan la secundaria sólo tres de cada 10. 
Entre aquellos cuyos padres son graduados universitarios la terminan nueve de cada diez. Los factores que llevan a los pobres a desertar son muy concretos. Entre ellos, un 16% de los niños de la región padece de desnutrición crónica, no pueden rendir en la escuela. Un 11% de los menores de 14 años trabaja, esclavitud infantil y que lleva a la deserción. La pobreza tensa y destruye las familias. La desarticulación familiar incide agudamente sobre la deserción, la repitencia y el rendimiento.  El problema no es sólo estar en la escuela sino con qué conocimientos se sale de ella. 
Esto va a ser muy diferente según como el número de horas de clase anuales y la preparación, motivaciones, capacitaciones y tiempos de dedicación de los maestros. También incidirán los recursos para el aprendizaje, la infraestructura de la escuela, su equipamiento en bibliotecas y en informática. lo que aprenden los alumnos varía totalmente según concurran a una escuela privada, a una pública urbana o a una rural. 

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