“Mónica, de trece años, vive en la calle, donde se gana la
vida vendiendo rosas. La acompaña Andrea, una niña que huye del maltrato de su madre.
Ambas están inmersas en un mundo difícil de consumo de drogas, prostitución y
violencia.” Vendedora de rosas, película colombiana nominada para la Palma de
Oro de Cannes (1998), que documenta la vida de los niños de la calle.
“Los Olvidados” una historia dura y real sobre la vida de
niños y jóvenes de un barrio marginal y olvidado, de la Ciudad de México,
vuelve a las pantallas para recordarnos que en el 2019 la pobreza y desigualdad
aún es una realidad para miles de personas.
“La dignidad de los nadies, la película se centra en la vida
de diversos personajes de la Argentina luego de la crisis institucional y
socio-económica ocurrida en el país en el año 2001. Reconstruye las propuestas
colectivas de los excluidos y sus esperanzas”
Diferentes fragmentos en diferentes puntos del mundo, pero
todos conducen a un punto en común, la desigualdad de oportunidades.
Bernardo Kliksberg, en su libro ¿Cómo enfrentar la pobreza y
la desigualdad? , nos hace ver la realidad por la que atraviesan millones de
niños en el mundo. Nos muestra la falta de educación, detallando datos
estadísticos y contando historias de vida.
Ahora bien, estos fragmentos nos demuestran qué, sin la
escuela no se puede y con la escuela no alcanza. Pensemos por un momento en el fragmento de Rosita del
Rio que a pesar de la pobreza de su hogar donde no llegaban los diarios ni se
leían revistas encontró en la escuela un mundo de relativa abundancia
simbólica, mediante historias, lecturas, revistas.
Relacionamos a Rivas y Ferreyra diciendo que, ambos
comparten el hecho que se necesita de un libro para cambiar la educación, las
aulas, para que la libertad de pensamiento de cada alumno sea una revolución
cultural que libere a los niños y jóvenes. Que al leer, entiendan, piensen y
sientan lo que es posible.
En muchas ocasiones es la escuela, en definitiva, la que se
encarga de atender las distintas realidades socioeconómicas de los estudiantes
y sus familias. Una prueba de eso es la función de comedor escolar que muchas
veces cumple. Sin embargo, aún quedan pendientes difíciles desafíos en términos
de calidad y terminalidad educativa.
Se necesita garantizar el acceso a una educación de calidad
para todos los niños, niñas y adolescentes. Es necesario para fomentar el
efectivo ejercicio de sus derechos y, además, tiene gran impacto sobre la
incidencia de la pobreza y las posibilidades de desarrollo económico a largo
plazo.
La escuela ya contaba con una serie de brechas educativas y
barreras que hacían difícil o imposible la ruptura con el círculo de la
pobreza. En un mundo donde un porcentaje de menores de edad no han pisado jamás
una escuela, la crisis que abrió la pandemia mundial COVID-19 no hace más que
hacer más profundas las fallas.
En síntesis, dedicamos este apartado a la centralidad de la escuela, como la única maquina de educar, de formar. Su universalidad la hace natural, por lo que creemos que en ella se sientan las bases educacionales de cualquier sujeto. A lo que remitimos que, en un país como el nuestro, con desigualdades tan notorias, la escuela es un refugio y una esperanza para "los públicos cautivos", de los que habla Prieto Castillo, para los que optan por la recepción y repetición negando a niños y niñas el ejercicio de su propio discurso. Entonces, la necesidad social de un país termina refugiándose en la escuela, porque sin ella no se puede y con ella no alcanza.
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