viernes, 19 de octubre de 2018

La docencia hoy.


Cuestionados en su capacidad de enseñar a los alumnos de hoy, los maestros pierden motivación y autoridad en las aulas.


Maestros eran los de antes, antes en la escuela se aprendía; antes los docentes eran figuras respetadas, haciendo referencia de que todo tiempo pasado fue mejor, el discurso actual se llena de frases despectivas sobre el rol de los docentes en las escuelas.
Desde la opinión pública, los medios de comunicación, los padres y los alumnos, los docentes son responsables (aunque no los únicos) del profundo fracaso que experimenta la escuela argentina, que las últimas pruebas PISA sólo vinieron a reconfirmar. Pero esta imagen de un docente decaído e impotente frente a las demandas educativas de los alumnos, muchas veces no hace justicia a la de los miles que siguen siendo referentes de su comunidad, y que encuentran maneras creativas de enseñar, aun en los peores contextos.
Entonces, nos preguntamos: ¿hasta qué punto este imaginario es real y de qué manera esta desvalorización del docente influye en la calidad educativa y en el clima escolar?
En Argentina está la idea de que la educación pasada era un paraíso que contrasta con las miserias del presente. Esta es una mirada que nosotras no compartimos, porque creemos que cada contexto histórico tiene sus batallas, como se dan en cualquier campo de la sociedad. Esta imagen sobre épocas pasadas produce efectos en el imaginario pedagógico y contrarresta fuerzas anímicas, crea climas, sensaciones y representaciones. Por eso el mensaje de la opinión pública es simplificador e ignora la realidad que muestra a muchos maestros con ganas de enseñar y muchos chicos con ganas de aprender. Esta percepción se graban en la experiencia educativa y por eso vale la pena hacerse preguntas sobre estas representaciones, que tiñen la práctica educativa, y que refiere a una época pasada donde esta escuela era para unos pocos y no universal como pretendemos que sea la actual.
Las representaciones más difundidas son las de los sectores medios y altos, que cargan a los docentes con la marca de ser personas dispuestas a sacrificarse y hacer beneficencia, vista ésta como una profesión para los idealistas que quieren ser pobres, o los que no saben hacer otra cosa. Los padres de chicos de clase alta perciben a los docentes como si fueran sus empleados. En cambio, para las clases más bajas, la docencia es un trabajo seguro y bien pago, frente a padres que viven de changas o planes sociales. Para ellos que sus hijos puedan estar estudiando inglés en la primaria y teniendo una computadora en la secundaria es mucho. Pero  creemos que en el ámbito rural, el docente sigue siendo un líder comunitario y su prestigio sigue siendo muy alto.
La referencia sobre la escuela de antes no toma en cuenta el factor de que las familias actuales tampoco son las de antes, y que la escuela de antes no incluía el tipo de chicos que hoy están incluidos. Que son chicos que no tienen una biblioteca en su casa, una mesa para hacer los deberes ni una mamá disponible todo el tiempo  que lo acompañe en su trayecto educativo. No tienen esos recursos que los docentes estaban acostumbrados a dar por supuestos”, como frecuentemente escuchamos en la calle.
Hay especialistas que señalan que los principales atributos negativos que la sociedad le reclama al docente es el desinterés por enseñar, la falta de capacitación, el anacronismo pedagógico, el ausentismo, la falta  de autoridad y el fracaso de enseñar a un alumnado diverso.
Frente a esta representación social y frente a un sistema educativo que en la mayoría de los casos no les brinda las herramientas necesarias para hacer su trabajo (escasa capacitación, problemas edilicios, reclamos salariales, trabas burocráticas, desactualización escolar), nos volvemos a preguntar: ¿cómo pueden los docentes enseñar de manera efectiva? ¿En qué medida este desprestigio sigue alimentando un círculo vicioso que sólo lleva a acentuar el fracaso del sistema educativo?



                                                                                                                            Alonso Margarita
                                                                                                                                García Julieta

4 comentarios:

  1. Ufff... ¡Cuántos temas para pensar! ¿Por qué la sociedad nos considerará de ese modo? ¿Por qué el desprestigio de nuestro rol?
    Seguramente que, como en todos los ámbitos, hay profesionales buenos y otros no tanto, personas comprometidas, y otras que sólo hacen lo justo o un poco menos; trabajadores responsables y otros que "hacen la plancha"... Sin embargo, el rol docente es uno de los más cuestionados por la sociedad, tal vez por el lugar sumamente trascendente que ocupamos: de nosotros depende, en gran medida, la formación de las nuevas generaciones.
    Creo que, si bien el tema de los salarios no es el único importante, es fundamental para poder reivindicar nuestro rol; así como también el control por parte de los directivos y del Estado en general, de los abusos que nuestro ámbito suceden...
    Lo que más daño nos produce, y que repercute en el imaginario social, es el llamado "como si...", frecuente en nuestro ámbito y que entre todos deberíamos erradicar.

    ResponderEliminar

  2. Muy buena reflexión coincido totalmente con su nota y con que cada contexto histórico tiene sus batallas como se dan en cualquier campo de la sociedad.
    Como dicen ustedes “Esta imagen sobre épocas pasadas produce efectos en el imaginario pedagógico y contrarresta fuerzas anímicas, crea climas, sensaciones y representaciones. Por eso el mensaje de la opinión pública es simplificador e ignora la realidad que muestra a muchos maestros con ganas de enseñar y muchos chicos con ganas de aprender”
    Lo podemos ver en la historia del personaje emblemático de “La máquina cultural” de Beatriz Sarlo: Rosa del Río una joven maestra muy respetada por la sociedad, que a pesar de que en su época no había material didáctico, libros, revistas, ni recursos económicos, y donde la escuela era pobre, ella con todo lo que conlleva esto, logró contagiar a las demás maestras para brindar una educación ejemplar. Es cierto que las familias actuales no son las mismas de antes, la sociedad cambió, por lo tanto su alrededor también. Y esto sería una batalla que no es imposible de ganar.

    ResponderEliminar
  3. Coincido totalmente con su reflexión y cuando hacen referencia a que el discurso actual se llena de frases despectivas sobre el rol de los docentes en las escuelas, me hace acordar a una frase de Bernardo Kliksberg en su libro "¿Cómo combatir la pobreza y la desigualdad?" donde menciona que se necesita una profesión docente jerarquizada socialmente, remunerada apropiadamente, y que constituya una alternativa atractiva de trabajo para las nuevas generaciones y les ofrezca posibilidades de progreso y crecimiento profesional

    ResponderEliminar
  4. Coincido con la reflexión de mis compañeras totalmente! Considero un tema discutible desde diferentes tipos de vista! Haciendo hincapié en el texto "Como enfrentar la pobreza y la desigualdad" de Kliksberg, teniendo en cuenta esta Cita del texto de mis compañeras "cada contexto histórico tiene sus batallas, como se dan en cualquier campo de la sociedad" , lo relaciono con que dependiendo de cada época, o sociedad, el docente tiene el mismo rol y lo tuvo y debe tener siempre, éste mismo debe trabajar siguiendo un determinado criterio y yendo de lo más a lo menos trascendente, que constituya una alternativa de trabajo donde ofrezca a las nuevas generaciones más crecimiento, más posibilidades, que no quede nadie afuera, como dice el autor todavía siguen quedando fuera de la matriculación primaria gran parte de la población.
    Y la gran realidad exige consiguientemente que se diseñen vigorosas políticas de mejoramiento en la equidad de la educación, y que en ellas sea un núcleo central de las políticas educativas generales.

    ResponderEliminar